Crítica: Damien Jurado – Visions of Us on the Land

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Damien Jurado ya no necesita dar pelotazos ni sentar cátedra para destacar. Visions of Us on the Land, que cierra una gran trilogía, es seguramente el primer disco de su trayectoria en el que ha podido dejarse llevar, pero el resultado nos remite igualmente a su característico y rico universo musical propio.

La persona que firma este artículo no dudaría un segundo en batirse en duelo con quien tildase de mala cualquier entrega discográfica del norteamericano Damien Jurado. Pocos músicos hay tan íntegros como el de Seattle, que lleva casi 20 años haciendo disco tras disco siempre con el mismo criterio de calidad, sinceridad y carácter. Jurado nunca ha roto ninguna norma durante su larga trayectoria; simplemente se ha dedicado a crear las suyas propias, configurando un universo sonoro personal, rico, polimórfico y con enorme profundidad emocional. Visions of Us on the Land, que seguramente no es el disco más pegadizo o estimulante de la docena larga que lleva publicada, sí que es uno de los que mejor representa y describe el estilo de tapizado collage del cantautor: una suerte de Jardín de las delicias de sonidos exprimidos del folk del noroeste norteamericano. El álbum cierra una trilogía que comenzó en 2012 con Maraqopa y que continuó con Brothers and Sisters of the Eternal Sun un par de años después: dos álbumes que seguramente marcan la cumbre de Jurado en cuanto a calidad y popularidad mundial.

Visions of Us on the Land no llega a la altura de sus predecesores, pero sí mantiene coherencia y estilo con respecto a ellos. Más allá de la recurrencia del fraseo de ‘Mellow Blue Polka Dot’, originario de ‘Silver Timothy’, tanto las rítmicas como los arreglos, tremendamente variopintos, e incluso el estilo de los acordes, conectan con la atmósfera de Maraqopa y Brothers and Sisters of the Eternal Sun como si hubieran sido compuestos todos en la misma fase creativa del artista. No se trata de un intento de evolución, sino más bien al revés: la confirmación de su hábitat predilecto, un nuevo pasaje descriptivo que sigue profundizando en su universo, sin salirse de él ni para hacer turismo en otras latitudes. Lo que sí se percibe, sobre todo en temas como ‘ONALASKA’, ‘Cinco de Tomorrow’ o ‘And Loraine’, es una cierta idealización de su propio mundo artístico, como si hubiera optado por una visión benévola y compasiva de la condición humana para cerrar su trilogía; como si Visions of Us on the Land fuera la expresión de nuestra absolución como especie.

Dejarse llevar

En cualquier caso, la media estética del álbum se estructura a través de temas como ‘QACHINA’ –también un puntito onírica–, ‘Lon Bella’, ‘TAQOMA’, con ese fantástico cambio de intensidad, o ‘Walrus’, todas ellas con ritmos ligeros y amigos de las maracas y un tipo de iluminación cenital que a Jurado siempre le ha sentado de vicio. A la altura que estamos de su carrera es posible que hayamos pasado la fase en la que necesitamos de él un disco o un sonido sorprendente o categórico: nos basta con que su trabajo suene a lo de siempre, que se mantenga fiel a sí mismo, para que podamos apreciar sus canciones. Maraqopa y Brothers and Sisters of the Eternal Sun, sin ser nada fuera de guion, sí que marcaron una especie de hito doble que puso en valor todo lo anterior –más de diez publicaciones–, alcanzando con ellos una notoriedad más que merecida y, para ser justos, un poco en diferido. Son discos donde el conjunto importa, pero que se pueden resumir a través de sus grandes temas. Visions of Us on the Land, en cambio, carece de grandes hits y su magia reside en la atmósfera global. No hay canciones que destaquen sobre las demás, definiéndose como un álbum donde el bosque impide ver los árboles.

Es posible que Jurado no tenga una versatilidad como la de Sergi Roberto, pero hay que reconocer que su veta de inspiración es de las que no se acaban. No nos cansaremos nunca de escuchar canciones desnudas como ‘Prism’, ‘On the Land Blues’, ‘Orphans in the Key of E’, ‘Kola’ o la dylaniana ‘Queen Anne’, donde su voz se transforma en una aparición casi profética; o esos arranques de trascendencia, perfectamente ejemplificados en ‘Exit 353’, el primer single y uno de los cortes centrales del álbum, en ‘Sam and Davy’ o en la ya mencionada ‘TAQOMA’. Sería erróneo entender que este álbum vale más por su cantidad que por su calidad, pero es innegable que uno de sus fuertes reside en la extensa duración que presenta porque nos sumerge en un universo rico en detalles en el que vale la pena detenerse sin premura.