Crítica: 65daysofstatic – No Man’s Sky: Music for an Infinite Universe

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65daysofstatic se han encargado de la banda sonora del videojuego No Man’s Sky, que va de exploración espacial, y no han defraudado. Destacados representantes británicos de la confluencia entre post-rock instrumental y electrónica espacial, han concebido un trabajo mitad disco mitad BSO, con concesiones en la estructura general, pero no en el interior de sus canciones principales.

La exploración espacial ha servido de inspiración a Julio Verne, a la NASA, como forma de embellecer o encubrir la investigación militar, y a un amplio grupo de autores que han dado vida a infinidad de obras audiovisuales de ciencia ficción a lo largo de los últimos 100 años, partiendo del mismo Méliès. La última frontera, el horizonte inabarcable: el desafío que nos queda tras completar el mapeado y la explotación de nuestro planeta. También la industria de los videojuegos ha encontrado siempre atractivo este tema, nutriéndose de él para montar planteamientos lúdicos desde sus inicios. La última gran novedad en este sector, además, viene coronada con una banda sonora confeccionada por encargo y milimétricamente por la banda británica de post-rock instrumental electrónico 65daysofstatic, inmejorables traductores del lenguaje espacial. Una banda sonora que, ya solo por confluencia idiomática, merece la pena analizar como disco, y que coloca al cuarteto de Sheffield al frente de la vanguardia de su género.

Exploremos

No Man’s Sky, el videojuego, plantea una exploración espacial casi infinita cuyo objetivo es alcanzar el centro de la galaxia. El usuario, que viaja en una nave unipersonal, se va encontrando infinitos planetas –literalmente, ya que en lugar de haber programado un número determinado, los mundos se construyen automática y paulatinamente mediante instrucciones matemáticas básicas– que puede explorar y de los que puede extraer recursos, al tiempo que se cruza también con otros jugadores ya que todos se mueven en el mismo universo de manera online. El objetivo, en realidad, parece ser secundario: lo que molan son los planetas, sus paisajes y seres, y su estética en general. Y, claro está, la banda sonora, que ha generado casi tanta expectación como el juego gracias a la presentación en directo que realizó la banda en la pasada edición del Sónar en Barcelona.

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No Man’s Sky, el álbum, plantea la misma exploración espacial, pero con un eminente predominio del aspecto cinemático. El resultado de su audición, por tanto, será muy diferente si ésta se lleva a cabo a secas, sin imagen alguna a la que aferrarse, o si se hace jugando o viendo el material visual del videojuego. Desde el pasado viernes podemos hacerlo de la primera manera, y desde ayer también de la segunda; pero como en esta casa no nos interesa demasiado el mundo de los videojuegos, entenderán que no hemos ido corriendo a la tienda a comprarlo y nos hemos remitido a escuchar y comentar el disco, que es lo que se nos da bien. Así nos hemos encontrado con un álbum quilométrico –1h 50m–, extraordinariamente bien programado –producido, en lenguaje musical–, pero que se desinfla clamorosamente en la segunda mitad. En palabras llanas: los paisajes intergalácticos aburren.

10 canciones originales y 6 paisajes intergalácticos

Porque lo cierto es que empieza fenomenal. El primer cuarto de hora, protagonizado por ‘Monolith’, ‘Supermoon’ y ‘Asimov’, es emocionante, valiente en la oscuridad, implacable en el ritmo, fuertemente matemático, y en cierto modo progresivo hasta alcanzar características épicas (en ‘Asimov’). Auténtico post-rock espacial electrónico. En las dos últimas, además, se aprecia una línea melódica que, a la postre y en no demasiadas ocasiones, resultará recurrente. Como mandan los cánones de la buena banda sonora. Pero lo que también forma parte de esos cánones es que la estructura debe dejar espacio para la música contemplativa, y es ahí donde el disco, como tal, se pierde. Piezas anestésicas y de planicie intergaláctica como ‘Heliosphere’ –con un punto final a Explosions in the Sky– la breve ‘Pilars of Frost’, cargada de electricidad estática, o ‘Escape Velocity’ funcionan medianamente bien en la primera mitad del álbum, intercalándose con cortes más tensionados como ‘Blueprint for a Slow Machine’ y, sobre todo, ‘Red Parallax’, un fiero y maravilloso híbrido entre electrónica post-espacial y post-rock instrumental con acento metalero.

Si a estos ocho temas –37 minutos– le sumamos la humanizada y anestésica ‘Hypersleep’, una joya breve y melódicamente recurrente, y ‘End of the World Sun’, que de algún modo parece marcar la última frontera reconocible por la especie humana y con respecto al concepto disco, nos queda un trabajo bastante notable de aproximadamente 50 minutos de duración, coronado, además, por un temazo 100% post-rockero. Ese sería el disco, en circunstancias normales; el resto, la siguiente hora repartida en seis temas –de 10 minutos de duración de media– bastante insufribles sin imágenes, es la concesión lógica al videojuego. Hay espacio para la inspiración industrial tipo drone en ‘NMS_exteriorAtmos1/False Sun’, para atmósferas blanquecinas, celestiales y desérticas en ‘Tomorrow/Lull/Celestial Feedback’, terroríficas, tristes y amenazantes en ‘Departure/Shortware/Noisetest’, y para volver a cierta recurrencia no tan hostil del post-rock instrumental, desde un ángulo cercano al de Explosions in the Sky o Sigur Rós, en ‘Borealis/Contraestellar’. Con todo, y pese a la dispersión manifiesta y provocada de la segunda mitad, No Men’s Sky resulta una extraordinaria e intensa banda sonora: un trabajo redondo y sólido, que pone en valor la infinita capacidad del post-rock instrumental, y de su confluencia con la electrónica espacial, a la hora de traducir narraciones cinemáticas.