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Review

Los mejores discos de agosto

Del prometedor debut de Clairo al regreso de Tool tras 13 años de silencio, pasando por la confirmación de Whitney, el regreso del mejor Bon Iver, la consolidación de la segunda vida de Ride y por el mejor trabajo de toda la carrera de Lana del Rey, aquí va una selección de los mejores discos publicados en agosto de 2019.

Con la humilde intención de no dejarnos nada relevante en el tintero, repasamos algunos de los lanzamientos discográficos más destacados de abril. Una selección que incluye el bedroom pop de la debutante Clairo, el esperadísimo retorno de Tool, una dosis de shoegaze con lo nuevo de Ride, el segundo álbum continuista de Whitney y el mejor trabajo de Lana del Rey en lo que lleva de trayectoria.


Clairo: Immunity

Ni la madurez tiene edad mínima, ni el drama es patrimonio de los desfavorecidos. La jovencísima Claire Cottrill demuestra ambas cosas con su álbum de debut, Immunity. En él combina canciones descarnadas con terribles confesiones –su intento de suicidio– como ‘Alewife’, piezas más ligeras de espíritu indie-rock universitario como ‘North’ y cortes, como la poderosa ‘Bags’, en los que recuerda a Mitski. Quizá excesivamente variado en cuanto a estilos expuestos, el álbum refleja las inquietudes de una mente despierta, que no desecha en absoluto ni el pop, ni el beat ni su condición de post-millennial. De hecho, de momento resulta difícil decir eso de “la nueva XX” porque su evolución musical podría dispararse hacia cualquier lado en 360º.


Bon Iver: i,i

Poca gente pone en duda la impecable trayectoria de Justin Vernon como Bon Iver. Al margen de otros proyectos, su alter ego más popular es responsable de algunos de los mejores momentos musicales de lo que llevamos de siglo. Con este, cuatro discos incontestables propios de un artista visionario que abre camino. Lo que sí se subrayó en su última entrega, 22, A Million, fue una mayor inclinación hacia terrenos electrónicos, altamente articulados y digitales (sobredosis de vocoder, decían), algo casi completamente subsanado en este nuevo álbum. i,i, sin ser del todo orgánico, vuelve a darnos esa versión de Vernos artesanal y directa, con melodías prístinas, catárticas e inolvidables como las de ‘We’, ‘Holyfields,’, ‘Hey, Ma’ o ‘Faith’, uno de esos temas pasan de extremadamente delicados a agarrarte por la solapa para ensancharte el alma. Y cuando Vernon se pone así, no hay quien se resista…

Bon Iver actúa en Madrid y Barcelona en abril, con entradas a la venta en Ticketmaster.


Ride: This Is Not a Safe Place

La segunda vida de Ride, tras un parón de casi 20 años, avanza por buen cauce de la mano del genial productor Erol Alkan. El segundo álbum de los británicos (sexto, en realidad) mejora a sus inmediatos precedentes al resultar más atemporal su fórmula shoegazer: menos acartonada en dinámicas de época y sí más actual. Hay tensión real en la afilada ‘Kill Switch’, brillos de esperanza renovada en la hermosa ‘Future Love’, estribaciones hacia cotas más grungeras, tipo Sonic Youth, como ‘Fifteen Minutes’, y nostalgia cargada de kilovatios de guitarrazos en ‘Jump Jet’ o ‘End Game’. Sin perder una sonoridad muy característica, This Is Not a Safe Place está más cerca de la obra contemporánea de DIIV que de aquel Nowhere con el que definieron un género entero en 1990; y es buena noticia, porque hablamos de un estilo que si no se agita de vez en cuando se llena de pesado polvo como una alfombra vieja.

Ride actúan en Barcelona y Madrid en febrero, con entradas a la venta en Ticketmaster.


Tool: Fear Inoculum

Esperado casi como un nuevo advenimiento mesiánico, el primer disco de Tool tras 13 años de silencio contiene todo lo necesario para que el culto al dogma musical de la banda siga vigente. Renovada a base de siete titánicas canciones, su fórmula post-metal progresiva se mantiene intacta: con sus ritmos laberínticos, sus guitarras envolventes, sus elaboradas estructuras y su halo discursivo desafiante y trascendental. Un Maynard más mundano que nunca nos alerta sobre nuestra propia autoextinción (enlazando con Eat The Elephant de A Perfect Circle) en la brillante y redonda ‘Descending’, y vuelca toda su ira en la gigantesca ‘7empest’. Pero en general es el entramado instrumental, libre y desbocado –en las segundas partes de los temas– en el orden geométrico en espiral que siempre plantean, el que lleva el peso y provoca la mayor parte de los escalofríos, clímax y hasta pequeñas epifanías épicas que se producen en un oyente veterano. ¿Disco del año? Quien firma estas líneas no puede prometer objetividad en este caso…


Whitney: Forever Turned Around

La formación liderada por el batería Julien Ehrlich, también poseedor de un falsete inconfundible, tenía mucho que demostrar con esta su segunda entrega: el listón marcado con Light Upon the Lake en 2016 estaba altísimo. Pero estos tres años no parecen haber hecho mella alguna en la burbuja de bienestar que rodeaba a cada una de sus canciones, preservando ese espíritu indie de orilla de río soleada con toques de fresco folk campestre. Forever Turned Around son apenas 32 minutos de continuidad absoluta: 10 canciones de guitarras limpias y cristalinas, regadas con arreglos de vientos y melodías que, en muchas ocasiones, parecen beber directamente del soul clásico de la Motown. Pero nuevamente el factor diferencial lo marca el propio Ehrlich con su voz: un chorrito delicado de brillo solar que ilumina hasta el último acre marcado por la instrumentación.


Lana Del Rey: Norman Fucking Rockwell!

El mejor trabajo de Lana del Rey hasta la fecha. Un disco rico, complejo, profundo y, sobre todo, grandioso: influenciado por la mejor Cat Power y producido y co-escrito por Jack Antonoff (Lorde, St. Vincent, Taylor Swift, etc.). Más de una hora de música que exige repetición en bucle, que nos coloca en una esfera de realidad aumentada, vívida y abrumadora. Que nos eleva. A base de incontables aciertos melódicos, instrumentaciones cuidadísimas y un tono siempre majestuoso para un cancionero lleno de joyas, Lana del Rey ha derribado la última barrera del éxito que le quedaba: la rendición total de la crítica y el público indie. El “Best New Music” de Pitchfork, nada menos que con un 9,4 de nota, así lo atestigua. El crecer de ‘Mariners Apartment Complex’, el largo serpenteo de ‘Venice Bitch’, la sugerente y sofisticada ‘Doin’ Time’, la desnudez de ‘Love Song’ y las dos piezas finales, la magia de ‘Cinnamon Girl’, la emoción y el carisma desbordados en ‘California’: una carta ganadora tras otra. Un carrusel de triunfos. Un álbum capaz de dejarte sin respiración.