Crítica: Metronomy – Summer 08

Metronomy

El dicho “cuanto más alto subes, mayor será la caída” es perfectamente aplicable a Metronomy, una banda de electrónica instrumental que tocó techo en 2011 con The English Riviera, pero que no ha vuelto a levantar cabeza del todo desde entonces. Con Summer 08, su nuevo disco, parece que siguen sin saber volver a casa.

Metronomy es un grupo marcado; por ellos mismos y por el éxito irrebatible de su tercer álbum, The English Riviera, pero marcados al fin y al cabo. Seguramente se debe al chasco que supuso la continuación de aquel indiscutible pepinazo: un Love Letters bastante decepcionante y caracterizado por una evidente disonancia con respecto a sus propias referencias internas. Una de dos, o quisieron alejarse aposta del sonido redondo y melifluo de su ópera cumbre, o fue un quiero y no puedo que dinamitó los pilares de su personalidad musical. Sea como sea, el caso es que Metronomy siguen avanzando en su carrera, publicando el 1 de julio su quinto trabajo, y seguimos sin saber exactamente a dónde quieren llegar a parar. No es que su sonido en Summer 08 funcione mal o sea pobre, pero sí da la sensación de que siguen sin alcanzar lo que andan buscando. Da la sensación, en definitiva, de que siguen (hu)yendo a alguna parte cuando ya deberían haber llegado a algún destino. Cuando, de hecho, ya habían llegado a uno: nada menos que a un Shangri-la musical que, como el protagonista de Horizontes perdidos, han abandonado, y al que ya nunca sabrán ni podrán volver.

En la búsqueda de su sonido del mañana, Joseph Mount parece querer transitar por caminos de tiempos pasados, que aparentemente siempre son mejores, tal vez esperando reencontrarse con algún tipo de inspiración fresca y enérgica, lamentablemente pretérita, de su yo del verano de 2008. Objetivamente no hay nada de malo en el planteamiento de Summer 08: ritmo, elasticidad, cierta elegancia, en ocasiones pretenciosamente chic, y un olor veraniego que más que natural parece fruto de la programación. Su fórmula, como siempre, descansa en la electrónica instrumental, pero toda fuente de inspiración funky o catalogable como música negra, todo el groove y el flow latentes que esta banda tan bien filtró en The English Riviera, parecen haberse reducido a un acento forzado y exagerado sobre una electrónica indietrónica bastante ramplona. Además, como ente rítmico no acaba de establecer un núcleo duro al que poder aferrarnos, quedando sus vaivenes métricos a un paso de la inconstancia, y acentuándose en los cortes finales ‘Love’s Not an Obstacle’ –pese a la delicia de sus formas– y ‘Summer Jam’, que cierran el álbum con un evidente halo cansino, ya muy lejos del ímpetu inicial.

De más a menos

Porque, aunque quizá sea injusto decirlo así, es muy posible que lo mejor del álbum sea precisamente ese ímpetu inicial, esas ganas de lograrlo, ese espíritu de quemar la noche. Los primeros cuatro cortes tiran con una inercia bastante sólida: con el descaro de ‘Back Together’, esa tremenda oda de bajo saltarín dedicada al ligoteo barato; con la frivolidad y gomosidad de ‘Miami Logic’ y toda su abundante suerte de texturas ochenteras; con la banalidad primaria y directa de ‘Old Skool’ –“I’ll keep my friends / Have a party and go western / Make some money, make more money / With your new friends, throw a party”–; y con el aire disco glam de ‘16 Beat’. Pero luego, en el epicentro del disco, dibujan las marcas de un frenazo electropop en el suelo con ‘Hang Me out to Dry’, el tema donde colabora Robyn, que aunque formalmente es sugerente y con un ligero aire electro-dreampop más que agradable, interrumpe algo en el disco que ya no volverá a funcionar nunca como al principio. La segunda parte de Summer 08, pese a tener pasajes atractivos que parecen abrir en Metronomy horizontes enfocados hacia Air y hacia la electrónica más snob –‘Mick Slow’–, se cae rítmicamente hablando.

Para cuando suena ‘My House’, con un punto de contundencia métrica más en la línea de la primera parte, el oyente puede haber perdido el hilo del disco. El planteamiento es semejante al de ‘Night Owl’, un medio tiempo de beat pálido que pone el foco en una atmósfera espacial que tiene muy poco que ver con la del ímpetu inicial, fogoso, gomoso y directo. Y por eso el álbum no da la sensación de ser un todo, sino más bien otra intentona que se queda a medio camino. No se trata de un mal trabajo, ni mucho menos, y evidentemente supera a su inmediato predecesor por la derecha; pero lamentablemente el sonido de Metronomy ha quedado condicionado por un destello de madurez pasajero que ya nunca volverá, y que por el contrario ha arrojado sombra sobre todo lo que han hecho desde entonces. Summer 08, por tanto, confirma que Joseph Mount conduce hacia adelante pero mirando más que de reojo el retrovisor.