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Crítica: Rostam – Half-Light

Rostam Batmanglij, antiguo integrante de Vampire Weekend, firma un fantástico álbum de debut lleno de colores, amor y riqueza estilística. 'Half-Light', que lleva cociéndose a fuego lento al menos seis años, es la expresión de un músico tan inclasificable como estimulante.

Conocimos a Rostam Batmanglij como miembro de Vampire Weekend y nos rasgamos las vestiduras cuando anunció, en enero del año pasado, que dejaba la banda para dedicarse a su carrera en solitario. Nacido en Washington D.C. en 1983 de padres iraníes recientemente desembarcados en Norteamérica, compartía con Ezra Koenig la autoría lírica e instrumental de la mayor parte de los temas de Vampire Weekend, constando, además, como principal intérprete orgánico en el que, hasta ahora, sigue siendo su entrega más reciente y alabada: Modern Vampires of the City.

Pero no, como ya pudimos apreciar en I Had a Dream That You Were Mine, el disco conjunto que sacaron Rostam y Hamilton Leithauser (The Walkmen) el año pasado, no es ningún drama que Batmanglij esté soltero musicalmente hablando. Más bien lo contrario, porque aun así seguirá ayudando a su antigua banda cuando ésta lo requiera. Un gran disco aquel; y un señor disco este Half-Light que ha publicado por su cuenta a través del sello Nonsuch Records (Kronoss Quartet, Björk). En él han participado personalidades como Ariel Rechtshaid –célebre productor de Modern Vampires of the City, además de artistas como HAIM, Madonna, Tobias Jesso Jr., Adele, Cass McCombs, Solange, Sky Ferreira, We Are Scientists o Kylie Minogue–, músicos como Angel Deradoorian, Andrew Wyatt (Miike Snow), Francis Farewell Starlite (Francis and the Lights), Kelly Zutrau (Wet) o el propio Koenig, aunque solo para el diseño de la portada, pero es evidente que se trata de un esfuerzo y de un lenguaje eminentemente personales.

El rastro de Half-Light se extiende nada menos que hasta 2011, cuando Rostam compartió sus primeras grabaciones en solitario: ‘Woods’ y ‘Don’t Let it Get to You’. Entre enero y marzo de 2016, ya liberado de Vampire Weekend y al margen de su proyecto con Leithauser, apareció otro par de canciones de su autoría –‘EOS’ y ‘Gravity Don’t Pull Me’ (esta última no perteneciente al disco)–, pero no fue hasta el mes de noviembre cuando se hizo oficial el lanzamiento de su debut, anunciado definitivamente en junio de este mismo año. En resumen: se ha hecho esperar de lo lindo.

Comer durante años sin repetir menú

Ahora bien, es tal la riqueza cromática, rítmica, melódica y estilística de Half-Light que bien podríamos comer de él durante los próximos tres o cuatro años sin miedo a repetir menú. Hay de todo. Arranca con una doble explosión de confeti: ‘Sumer’ y, sobre todo, ‘Bike Dream’ –ambas coproducidas por Ariel Rechtshaid–, temas rebosante de ilusión que, junto a ‘Never Going To Catch Me’ y ‘Don’t Let it Get to You’, representan la vía más cercana a Vampire Weekend y a su sonriente estado de ánimo. Pero haciendo cuentas, la sombra de su banda es bastante cortita sobre la obra personal de Batmanglij. Hay una vertiente orquestal armónica –básicamente es lo que estudió en la Universidad de Columbia– muy desarrollada (‘Half-Light’, ‘Tatch Snow’, ‘I Will See You Again’, ‘Gwan’) y un par de momentos étnicos (‘Woods’, fundamentalmente, y ‘When’, sobre todo en la percusión) que nos recuerdan la posición del artista en el contexto de la segunda generación de inmigrantes en Estados Unidos.

Y aún hay más. Tras la juguetona y un-tanto-raggae ‘Rudy’ se abre un fragmento más minimalista y muy cercano al R&B contemporáneo y al neo-soul protagonizado por ‘Warning Intruders’ y ‘EOS’, anticipado por ‘Hold You’, con Angel Deradoorian, y culminado por la versión lenta de ‘Don’t Let it Get to You (Reprise)’.

En conjunto, y al margen de que esta primera obra autónoma de Rostam Batmanglij arroje luz sobre la verdadera aportación del músico en la discografía de Vampire Weekend, Half-Light tiene el corpus necesario como para que nos tomemos muy en serio el futuro de su autor en solitario. Hay esbozados tantos caminos posibles de evolución que asusta. Como bien representa la portada del disco, de la cabeza de Rostam salen disparados infinidad de colores y formas estimulantes e intensas. Inclasificable y expresionista, su sonido no atiende a fronteras, influencias y delimitaciones cerradas: es música llena de amor y buenas vibraciones. Una deliciosa rara avis en la industria musical de hoy en día.