Música
Crónica
Crónica: Noel Gallagher’s High Flying Birds
Crónica nostálgica del concierto de Noel Gallagher’s High Flying Birds, el nuevo proyecto del ex líder de Oasis, en Barcelona.
Crónica nostálgica del concierto de Noel Gallagher’s High Flying Birds, el nuevo proyecto del ex líder de Oasis, en Barcelona. La presentación de Chasing Yesterday, su segundo álbum, fue sobre todo una excusa para rememorar los tiempos en los que la banda de los hermanos Gallagher partía el bacalao en el fastuoso reino del britpop.
Noel Gallagher está incompleto. Casi nadie discute su consideración como el más talentoso de los dos hermanos que lideraron Oasis durante casi 20 años; y, en su día, como el más estructural y responsable de la banda. Pero todo héroe necesita su villano –cuanto más cercano mejor– para brillar y está claro que, tal y como están las cosas, la leyenda de los Gallagher ha perdido interés por falta de antagonismo. Seguramente estén predestinados a reencontrarse, por el bien de sus carreras y de sus queridos en común, pero hasta que eso ocurra tendremos que conformarnos con dos mitades amputadas sin cicatrizar. La más veterana de ellas se presentó anoche en el Sant Jordi Club de Barcelona con un buen segundo álbum bajo el brazo, pero con un repertorio edificado sobre la historia de Oasis. Y más allá de un mero asunto de propiedad intelectual, este hecho puso de manifiesto no solo la distancia real de aquellos con respecto al proyecto en solitario de Noel, sino también qué es lo que más se echa de menos en esta nueva fórmula; que va mucho más allá de la presencia de su hermano Liam.
Fundamentalmente se trata de algo que, como todo ser humano, Noel ha perdido irremediablemente con el paso del tiempo: la juventud. Oasis era un absoluto verdor en comparación con Noel Gallagher’s High Flying Birds, un frescor radiante basado en las primaveras sociales que unieron a la Inglaterra de los años ‘60 con la de los ’90. La juventud: parece una obviedad, pero resulta que las consecuencias de su pérdida afectaron a varias esferas de la actuación de Gallagher, desde una voz algo cascada a las dificultades para levantar el vuelo de sus canciones, pasando por una evidente renuncia a la agilidad escénica y a la indisciplina, y por la asunción definitiva, ya sin trabas, del aburrido rol de hermano mayor. Sin el incordio de la sombra del menor, Noel parece haber envejecido de golpe y mucho más por dentro que por fuera, y su música en directo resulta una prueba irrefutable. Aun así, hay que reconocerle el mérito de haber concebido himnos que han logrado unir a varias generaciones, y sus conciertos serán siempre un entrañable recordatorio de ello.
Y llegaron los himnos
A la cita acudieron una gran cantidad de súbditos de la reina; y entre ellos, había una gran familia que vivió la noche de una forma muy especial. Eran –imagino– tres hermanos de unos 55-60 años con sus respectivas mujeres, y cuatro jóvenes de entre 20 y 25 años que parecían ser primos y primas entre ellos. Bebieron, bailaron, corearon los grandes hits, se abrazaron y besaron continuamente, hicieron varias veces un corro y se comportaron todo el rato como si estuvieran celebrando algo enorme que les unía intergeneracional y culturalmente. Y ese algo era Oasis. Una maravilla (aquello parecía año nuevo), de verdad. Viéndoles se entendía a la perfección por qué los Gallagher se han ganado un puesto tan célebre en la historia de pop-rock británico, y por qué ninguna de sus dos mitades sumará en solitario ni siquiera un cuarto de lo que llegaron a simbolizar juntos. Porque, obviamente, aquella familia vibró de manera mucho más intensa con las piezas más importantes de la banda al completo. En especial con la terna ‘The Masterplan’ –en 1997 ya era legendaria–, ‘Wonderwall’ –con líneas melódicas vocales cambiadas en la estrofa–, y la gigantesca ‘Don’t Look Back in Anger’, ya en los últimos compases de la velada.
También los habían hecho con ‘Champagne Supernova’, hacia la mitad del repertorio, ese temazo de rock espacial progresivo que tan bien ha envejecido. Es más, podría incluso decirse que el concierto fue alternando los temas más adultos, disciplinados y pesados –en kg, pese a su pretendida verticalidad– de su nuevo proyecto, como ‘Everybody’s on the Road’, con la que abrió, ‘In the Heat of the Moment’, ‘Ballad of the Mighty I’, ‘If I Had a Gun’ o ‘AKA… What a Life’, ya en los bises, con piezas más explosivas, juveniles y bien conservadas procedentes de la discografía de Oasis. Como las tres ya mencionadas o las también muy aplaudidas ‘Sad Song’ y ‘Digsy’s Dinner’. Con todo, el concierto en conjunto estuvo bastante bien: independientemente de las sombras del pasado, Noel Gallagher es un gran guitarrista y un magnífico director de banda, y lo demostró durante la hora y media que duró el recital. Es normal que el músico de Mánchester trate de mirar hacia adelante musicalmente hablando, y es encomiable, pero también resulta irremediable que gran parte de su público disfrute en sus conciertos precisamente por poder mirar hacia atrás sin ira. Y ojalá él también pueda hacerlo algún día.