Crítica: Arcade Fire – Everything Now

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Arcade Fire suspenden (con clase) en su quinta entrega. Everything Now tiene un par de temas salvables, cierto carisma y una variedad estilística que, a la postre, acaba jugando en su contra. Falta emoción, melodías de esas suyas tan reconocibles y continuidad, pero podemos no tenérselo en cuenta. Sobre todo mientras se marquen los directos memorables que practican.

Everything Now es el primer tropiezo en la impecable trayectoria discográfica de Arcade Fire. Su quinto disco, anunciado a lo grande durante la pasada edición del Primavera Sound, donde actuaron en dos ocasiones –una de ellas por sorpresa y en 360º–, está lejos de la excelencia compositiva que alcanzaron en sus tres primeras entregas, y que difícilmente sostuvieron en Reflektor hace cuatro años. Los síntomas de agotamiento ya asomaron entonces, caracterizando ahora casi por completo su nuevo material. Porque un disco con pocas canciones verdaderamente emocionantes, ritmos repetitivos y planos, bucles que no llevan a ningún clímax, melodías poco características e indefinición de estilo, no es un disco propio de Arcade Fire. O no lo podíamos concebir así hasta la fecha.

Como si de un queso de Gruyère con demasiados agujeros se tratase, Everything Now no termina de arrancar nunca, dejándonos a medias de principio a fin. Entre intros, outros, canciones reinterpretadas y piezas insulsas, el álbum no tiene continuidad ni ese sello inconfundible y arrollador que han exhibido siempre los canadienses, aunque sobrevive a duras penas por carisma, por su excelente producción y por su aire heterogéneo, algo fresco y en cierta medida vital.

¿Merecemos la vida y el amor si no somos capaces de reconocerlos cuando los tenemos delante?

En ese sentido, el planteamiento lírico y conceptual de Arcade Fire en este disco sigue siendo la celebración de la vida. Buscarla en cada pulgada de cielo y de piel, en cada canción que escuchemos y en cada película que veamos, sin fingir, siendo conscientes de lo que tenemos en todo momento (‘Everything Now’). Es una llamada de atención, porque todos somos víctimas de las apariencias mediáticas, de las excesivas expectativas y de la falsedad del éxito, y muchas veces los árboles de nuestro propio ego nos impiden ver el bosque. “Born in a diamond mine / It’s all around you but you can’t see it”, dicen en ‘Creature Conform’; “Looking for signs of life / Looking for signs every night / But there’s no signs of life / So we do it again”, en ‘Signs of Life’, radiografiando a una sociedad que repite lo que ve reflejado sin pararse a pensarlo. Hagámosles caso, pues, porque, como dicen en ‘We Don’t Deserve Love’, “If you can’t see the forest for the tres / Just burn it all down, and bring the ashes to me”. ¡A vivir se ha dicho!

No se trata, en cualquier caso, de un discurso uniforme: sobre todo si tenemos en cuenta la poca emoción traducida instrumental y melódicamente en el ambiente. Solo podemos creernos la citada celebración en la jovial, ágil y colorida ‘Everything Now’, a la postre la única canción memorable del álbum, y un poco en ‘Peter Pan’, donde ensalza el valor vital y energético de los niños, y en ‘Chemistry’, una canción de amor llena de autoestima. Ambas presentan rítmicas peculiares y extrañas para ser Arcade Fire: una especie de raggae en la primera, y rythm and blues al estilo Treme en la segunda; pero ninguna de las dos enamora.

El balance no cuadra

Tampoco lo hacen dos de las canciones que también fueron single junto a ‘Everything Now’: ‘Signs of Life’, en un plan funky-disco-pop cuyas reiteraciones y círculos viciosos no llegan a ningún sitio especialmente estimulante; y la ácida e incómoda ‘Creature Confort’, sintética y más bien desesperada.

Las (relativamente) buenas noticias quedan relegadas al final del álbum. La síntesis rítmica con reducción instrumental de ‘Electric Blue’, con Régine Chassagne cantando al más puro estilo dreampop; la delicadeza soft-country de ‘We Don’t Deserve Love’, con su precioso y esperanzador estribillo –“Keep you waiting, hour after hour / Every night, in your lonely tower / Looking down at all the wreckage”–; y, sobre todo, ‘Put Your Money on Me’: un tema que, pese a presentar varios de los elementos que no nos convencen de esta nueva versión de Arcade Fire –reiteraciones y bucles, intenso subrayado del beat, etc.–, sí resulta mínimamente reconocible a nivel melódico.

Mención aparte merecen las dos versiones de ‘Infinite Content’: la primera versión punk universitario (con violín, eso sí) y la segunda, deliciosa, versión balada country. ¿Por qué las dos? El caso es que marcan la diferencia entre ser insaciable o, simplemente, e un soñador empedernido. Y también ‘Everything Now (continued)’: la tercera y más etérea de las versiones del principal as del disco.

Cuesta decirlo, pero Arcade Fire han suspendido en su quinta entrega. Con clase, pero han suspendido.