Música

Crítica: Floating Points – Reflections – Mojave Desert

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Un genio productor de electrónica, su banda para los directos y el desierto de Mojave son los únicos ingredientes de Reflections – Mojave Desert, segundo álbum del británico Floating Points. Un viaje hacia lo telúrico, hacia las raíces experimentales de los mismísimos Pink Floyd, que multiplica exponencialmente el valor creativo de la electrónica.

Bajo el alias de Floating Points se esconde Sam Shepherd, doctor en neurociencia y artista de música electrónica a tiempo parcial. Lleva en la pomada aproximadamente desde 2009, habiendo protagonizado sesiones de Dj y publicado numerosos singles, tres EPs y un par de discos, el último de ellos lanzado este mismo verano. Con Elaenia, el primero, ya demostró que sus estudios de piano y su fertilidad compositiva daban para mucho más que para un básico y directo lenguaje binario, aventurándose por terrenos jazzísticos y de jam rock, además de cultivar rítmicas techno, house o dubstep desde una perspectiva sutil y refinada. Temas como ‘Silhouettes (I, II & III)’ –enorme– y ‘Peroration Six’, fundamentalmente orgánicos y en la línea del downtempo y el nu jazz de The Cinematic Orchestra, definían sus capacidades y daban una pista de por dónde podía salirnos el británico en su siguiente entrega.

Dos años después nos llega Reflections – Mojave Desert, un trabajo que ha visto la luz como cortometraje –codirigido por Shepherd y Anna Díaz Ortuño– y como su banda sonora a la vez. Grabado a pelo en pleno desierto de Mojave –con micros colocados por doquier para captar las “texturas naturales del desierto”–, el disco explota las posibilidades sonoras de tan particular entorno, lugar donde Shepherd se detuvo con su banda para los directos durante la preparación de su última gira americana. “Mientras explorábamos el área que nos rodeaba, el sonido que se refleja en las rocas, el sonido del viento entre ellas, la quietud completa de la noche y la jauría de coyotes ambulantes en la distancia, pareció evidente que podíamos usarlo como una grabación de ambiente única”, explicó el músico en su día.

Estamos pues ante un ejercicio encomiable de adaptación e interpretación del medio a través de la música: arte en estado puro. Matthew Kirkis y Alex Reeve a las guitarras, Leo Taylor a la batería y Susumu Mukai al bajo acompañan a Shepherd en un viaje que pasa de ambientalista a casi psicotrópico, conectando por momentos con la mística telúrica asociada al desierto y a sus inquietantes infinitos. El lenguaje utilizado por Floating Points en este álbum de apenas media hora está más cerca de la experimentación de los primeros Pink Floyd –‘Set the Controls for the Heart of the Sun’, ‘A Saucerful of Secrets’, ‘One Of These Days’ y el concepto mismo de Live at Pompeii– que de una pista de baile en un club cualquiera, pero no deja de ser una gran obra concebida desde la electrónica y gracias a sus incalculables posibilidades.

Fibra e infinito

Tres de los temas, los más breves, sirven apenas de intro, epicentro y outro: ‘Mojave Desert’ es poco más que un silencio ambiental surcado por sonidos largos y horizontales, en ‘Kites’ escuchamos la expansión circular –y psicodélica– de un sintetizador en el espacio abismal, y ‘Lucerne Valley’ cierra el disco con un mapa melódico suave y minimalista. Por el contrario, ‘Silurian Blue’ y ‘Kelso Dune’, con siete y casi 13 minutos de extensión respectivamente –20 de los 29 minutos que dura el disco–, se presentan como los pilares indiscutibles del álbum: el ejercicio artístico llevado hasta el extremo.

La primera, que empieza tenue para luego abrirse fastuosamente, podría definirse como pieza de rock-jazz, sobre todo por la estructura y la presencia central de la batería, majestuosa, y por la evolución constante de bajo, teclado y guitarras. La segunda, sin embargo, es pura fibra. Arranca desde el alto número de revoluciones por minuto del sinte de ‘Kites’, que se mantiene incluso cuando, hacia los dos minutos y medio, entra la batería para cambiarlo todo. A partir de entonces, ya con toda la instrumentación a pleno rendimiento sobre el desierto, se produce la magia: una amalgama perfecta de ritmo, carne, arena, espacio infinito, el bajo engordando, las guitarras rasgando el vacío, otra vez el sinte girando, más ritmo, una guitarra hecha espada, oscuridad y reflejos de luz sobre las piedras, espacios vacíos, guitarras infinitas, baterías imparables, bajos de piedra y trance. Un descanso hacia el minuto siete, y otra vez lo mismo hasta tocar tuétano, hasta que la música, sin oposición alguna, golpee los confines del desierto.

Palabras mayores de Floating Points. El joven productor británico ha firmado no solo un disco sino un proyecto artístico sensacional. De obligada escucha.