Cosas que seguro que te han pasado alguna vez cuando has ido al teatro

Si alguna vez miráramos por la mirilla a una persona sin que ella supiera que la estamos mirando, ¿qué creéis que pasaría? Pues que habría más de una escena que te resultaría muy pero que muy familiar. Y es que por muy diferentes que parezcamos por fuera, en realidad, somos muy parecidos, demasiado…

Eso es de lo que queremos hablar hoy en El Apuntador, de esas situaciones incómodas y graciosas que nos pasan cuando vamos al teatro y que, seguramente, nunca comentas con nadie. ¿Será por vergüenza?, ¿será por sentido del ridículo? Sea por lo que sea, hoy queremos hablar sin tapujos sobre ellas.

¿Aquí no hay palomitas?

Estamos muy acostumbrados (o mal acostumbrados) a ir al cine y comer palomitas. Hay gente que lo detesta, que odia el ruido de las bolsas y el sorber de los refrescos pero también hay otras personas que ir al cine sin palomitas, ¡no es ir al cine!

Pues bien, en algunas salas de teatro se han sumado a esta propuesta y también ofrecen palomitas. Así que seguro que alguna vez has vivido ese momento en el que tienes hambre y piensas “Ah, no, que ahora comeré palomitas” y llegas al teatro y ¡tachán! no hay palomitas. La cara que se te queda debe ser parecida a esta…

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Este es mi sitio… Ah, no, ¡perdón!

También es algo muy típico eso de ir de listillo, caminar por la sala de teatro como si fuera tu propia casa y, cuando ya estás completamente apostentado en tu asiento, alguien te pica por la espalda y te dice: “Creo que este es mi sitio…”. Entonces, empiezas a buscar la entrada como un loco y esa entrada parece que haya desaparecido como por arte de magia, pasan unos minutos, largos minutos, hasta que aparece la entrada.

Y tú, con ese aire de saber de lo que hablas, de repente, miras ese papelillo y… sí, tenía razón: ¡te has equivocado! Entonces, coges tus cosas medio sonriendo y medio colorado y te colocas en tu sitio verdadero. Nadie habla de estas cosas pero pasan ¡y mucho!

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Aplaudes cuando NO se tiene que aplaudir

Hay algunas obras que nos llegan muy adentro, todo hay que decirlo. Y también hay otras que son tan vanguardistas que no sabes muy bien cuándo se ha llegado al final así que, muchas veces, suele pasar que alguien, un individuo espontáneo e invadido por la emoción, empieza a aplaudir cuando todo el mundo en la sala sabe que ese no es el final.

Entonces, cuando ese individuo deja el frenesí de la emoción a un lado y se da cuenta de que sus palmas son las únicas que suenan en la sala, no deja de aplaudir de golpe, ¡qué va! Lo hace poco a poco, disimulando, como si así nadie se diera tanta cuenta. ¿Te suena un poco esta situación?

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Te entra un ataque de tos

Sí, por mucha rabia que dé estar en la butaca y oír a la gente toser y carraspear con la garganta, seguro que más de una vez te ha pasado a ti. Y es que todos somos vulnerables a virus, infecciones o a una mala forma de tragar nuestra propia saliva (¡tiene delito!) así que lo más probable es que alguna vez no hayas podido reprimir las ganas de toser o de hacer algún ruidito para calmar los picores ¡y qué mal se pasa! ¿verdad?

Tranquilos porque eso nos pasa a todos. Lo mejor, en estos casos, es levantarte (si puedes) y marcharte afuera para quitarte ese picor pero ¡ojo! no lo hagas si estás en pleno centro pues el remedio sería peor que la enfermedad.

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