Crítica: Daughter – Not To Dissapear
Los británicos Daughter despedazan las grandes expectativas generadas por su álbum de debut hace tres años con un trabajo espectacular. Not To Dissapear, que mantiene el tono íntimo de su anterior entrega pero con varios puntos más de intensidad instrumental, se postula como uno de los discos del año en el ámbito del dream pop.
Quizá sea exagerado decir que Daughter se han convertido en un grupo nuevo con la publicación de su segundo álbum, pero al menos se han ganado el derecho de que les miremos con otros ojos. Ya no son un presunto hype, producto de un único disco. Y no estamos diciendo que lo fueran, pero desde luego han resuelto con creces toda duda. Not To Dissapear es un trabajo tan rotundo y hermoso, tan frágil y a la vez potente, que da la sensación de que los británicos han roto con él su propio molde, eclosionando y floreciendo una banda totalmente nueva de exultante dream pop. Como si If You Leave, a modo de fase larvaria, hubiera precedido el nacimiento y pleno desarrollo de sus verdaderas formas. En realidad, no es que haya grandes novedades en su fórmula, que las hay, pero sobre todo es la certeza de que han dado –físicamente– un paso firme hacia adelante, hacia fuera más en concreto, lo que pone en valor este nuevo trabajo del trío de Londres: el abandono de una actitud pasiva y circunspecta, miedosa, en una palabra, por una mucho más decidida, enérgica y valiente. Daughter, por lo que parece, han salido de su círculo de confort.
Todo lo que el disco trae de conceptualmente nuevo, en lo que se refiere a la psique de sus autores versada en la música, se define a la perfección en su primera canción, ‘New Ways’: una huida hacia adelante para no desaparecen en la nada. El álbum, en general, reflexiona sobre las expectativas no cumplidas, que muchas veces son la perspectiva que más nos asusta de las cosas que nos dan miedo. Pero Elena Tonra, con su voz de cristal duro, se encarga de mandar a paseo lo que se espera de ella; se calza las botas de lluvia, se enfrenta de cara a su pavor, y se pone a caminar, en la dirección que sea, agigantando en talla y cuerpo la fórmula de su música. La instrumentación, por su parte, también ha ganado peso y densidad en esta nueva entrega, con cotas de intensidad bastante más numerosas y altas que en su anterior disco. Igor Haefeli brilla especialmente con la decoración guitarrera, nocturna, intimista, mágica y sólida, y Remi Aguilella, con la batería, redobla el volumen y la profundidad de una propuesta que, desde el principio, ya olía a épica de cuento de hadas.
Un álbum lleno de piezas ganadoras
La acentuación instrumental es una de las nuevas claves morfológicas de Daughter, así como una tendencia progresista más desarrollada y culminante que en If You Leave, cuyo sonido en comparación resulta bastante más estático. El cuarteto inicial lo ejemplifica perfectamente: la majestuosa y fundacional ‘New Ways’, con su ritmo capital y su guitarra rallada al final de la subida; el arranque desesperado y calculado de ‘Numbers’, rozando el ultimátum; el canto a la liberación de ‘Doing the Right Thing’, a lomos de una guitarra bien abierta; y el goteo estrellado de ‘How’, un monumento construido de noche en las nubes. Todas ellas definen el reforzado nervio de Daughter, en un inicio brillante e incontestable cargado del mismo efecto romántico e invernal de siempre; solo que ahora también gritan bien alto que han salido del agujero de sus miedos más profundos. En realidad, todo el disco es un grito bien alto; e incluso en las pausadas ‘Mothers’ y ‘Alone/With You’ terminan creciendo las sombras y las luces.
El resumen metafórico del álbum es que Daughter se han aventurado a abandonar su círculo de confort; aunque también podría ser que, simplemente, lo hubieran ampliado. De ser así, ‘To Belong’ y, sobre todo, ‘Fossa’ –su final instrumental en concreto– delimitarían sus nuevas fronteras y esperanzadores horizontes. Roto del todo el cascarón, estas dos canciones son el punto de fuga del riesgo asumido por la banda, musical y sentimentalmente hablando. En la primera la guitarra revolotea ya como le da gana y de manera fascinante, con un arranque de bajo hacia la mitad del tema que es para derretirse –¡qué segmento, señores!–; y en la segunda, un alarde de espacialidad y cambios de ritmo, el álbum se termina fundiendo en un final instrumental en el que caben desde Ride, Slowdive & Co. hasta DIIV. Puro shoegaze positivista. Una rara avis, es cierto, pero los nuevos Daughter son así. Not To Dissapear tenía mucho que demostrar por la herencia que traían sus autores desde su sobresaliente álbum de debut, y a base de coraje y de apretar bien los dientes han conseguido desbordar las expectativas.