Crítica: Explosions in the Sky – The Wilderness
La nueva entrega discográfica de Explosions in the Sky nos presenta una versión del sonido de la banda más serena y equilibrada que nunca. Una evolución más relacionada con la proximidad de la luz que con un proceso de madurez culminado. The Wilderness, su séptimo álbum, roza el sobresaliente.
Los tejanos Explosions in the Sky han vuelvo. Pero, ¿han vuelto los mismos Explosions in the Sky de antes? Por algunos aspectos de su nuevo disco se podría decir que sí, pero por otros también se podría decir que no. Su fórmula no es de las que aceptan grandes variaciones; es más: tenían el honor, según la opinión de quien firma este artículo, de encarnar el paradigma más amplio y universalizante del post-rock instrumental, por encima de otras bandas con mayor trayectoria o trascendencia –y con más variedad de recursos, vaya–, debido a un estilo extremadamente pulcro y perfeccionista. The Wilderness, su séptimo álbum de estudio, representa sin embargo un interesante punto de inflexión en la carrera del cuarteto de Austin: una deriva más ambientalista que efectista, entendiéndose esta última como su luminosa capacidad para convertirlo todo en épica. No es que hayan abandonado los desarrollos armónicos siempre crecientes ni las cumbres nevadas que tantas veces han coronado, pero sí se percibe en sus excursiones un punto más de serenidad, que no forzosamente tiene que ver con un proceso de madurez.
Todo el discurso de Explosions in the Sky se canaliza a través de las emociones. No hay textos ni relatos explicativos: la suya es una narrativa empapada de sentimiento, abstracta pero siempre muy reconocible por la empatía que logran hacernos sentir en cada uno de sus pasajes. Como la buena poesía. Son emociones humanas, elevadas a un grado de belleza y pureza capaz de hacernos levitar muy por encima de las particularidades de su lenguaje musical. The Wilderness, en este sentido, sigue basándose en el corazón y no en la cabeza, tocándonos las mismas fibras, teclas y botoncitos internos de siempre. Pero también es evidente que, sin haber perdido un ápice de la atemporalidad de su estética, el efecto general resultante se emparenta más con el impresionismo que con el expresionismo, ganando corpus la ambientación en detrimento del escorzo y de una épica que indirectamente genera un discurso de justificación, menos presente en esta nueva entrega. Digamos que, en general, hay menos ataduras con la realidad, imponiéndose la esencia sobre el detalle; la impresión sobre la expresión y el efecto dramático.
Serenidad
Una diferencia sutil, ¿verdad? No esperen menos de unos postrockers de guante blanco. La morfología de las nueve canciones que componen su último trabajo sigue siendo más o menos la misma de siempre: cortes que de media duran algo más de 5 minutos –ligeramente menos largos que antes–, con evoluciones progresistas que por previsibles no dejan de ser emocionantes, y con una incidencia preciosista de la luz que acentúa el brillo de sus acabados y texturas. Sin embargo, la mayor parte de ellos refleja una tensión menor de lo que era habitual en los Explosions in the Sky de antes. Ni siquiera en ‘Tangle Formation’ e ‘Infinite Orbit’, las dos canciones más intensas y aceleradas, notamos la musculatura en guardia pese a la fuerza expresada. Una tensión que sí se ejemplifica perfectamente en la verticalidad de las notas de ‘Desintegration Anxiety’, seguramente el tema más contundente y estimulante del álbum, y en el escalofriante desprendimiento de la guitarra final. No se trata de flacidez, sino de serenidad.
La nueva línea a seguir se vertebra desde la elegante calma casi minimalista de ‘Wilderness’ hasta la diáfana despedida de ‘Landing Cliffs’, pasando por varios pasajes que nos ganan para la causa por su poder de absorción ambiental. Hablamos de atmósferas emocionales que transmiten paz y sosiego interior: como las que sugiere la flotante ‘The Ecstatics’, la imperturbable belleza natural de ‘Losing the Light’ –precioso el violín– o el optimismo sofisticado de ‘Colors in Space’. Solo se apartan de dicha línea armónica durante el planteamiento inicial ligeramente surrealista de ‘Logic of a Dream’: un maravilloso ejemplo de contraste entre el caos y el orden que convierte su culminación en una delicada obra de orfebrería acristalada. Evidentemente resulta tentador explicar todas estas pequeñas y sutiles diferencias poniendo el acento en la madurez de un proyecto que va camino de la mayoría de edad –17 años, ¡qué locura!–, pero no parece que la fatiga o la falta de entusiasmo formen parte de la fórmula de The Wilderness. El nuevo disco de Explosions in the Sky, en cambio, nos regala simplemente una variante renovada del sonido de la banda: una versión más equilibrada y plácida en la que no cabe un gramo de oscuridad.