Crítica: Nick Cave & The Bad Seeds – Skeleton Tree

Death Of Nick Cave's Son - Inquest

Nick Cave, derrotado y abierto en canal, publica el álbum más triste de su carrera. Una obra con espacio para la culpa, el desgarro de la pérdida, la ausencia en vida, y también para la impotencia, la resignación y la aceptación. No para la redención. Skeleton Tree es el primer álbum del nuevo Nick Cave, del tristemente devastado Nick Cave.

Skeleton Tree, el nuevo disco de Nick Cave, es desgarrador y profundamente triste, pero muy hermoso. El músico australiano, brillante, turbulento y siempre en lucha interna, ha bajado los brazos en su última obra rindiéndose al inmenso dolor producido por la reciente y temprana desaparición de su hijo Arthur, de 15 años, fallecido el pasado verano al caer por un precipicio en Brighton tras haber consumido LSD con sus amigos. En aquel momento el álbum ya estaba en marcha, trabajando Cave con su inseparable compañero de andanzas Warren Ellies, pero el peso de la tragedia ha terminado alienando el genio creativo del músico, encontrando en él y a través del disco tan solo un ápice de consuelo. “Spurting ink over the sheets but she remains completely unexplained / Or maybe I’m just too tongue-tied to drink it up and swallow back the pain”, reconoce en ‘Rings of Saturn’, un tema cuya atmósfera abierta y aireada recuerda a la de Push the Sky Away, su anterior trabajo, aunque con una quietud mortecina y devastadora que acaba resultando la tónica general del álbum. Una atmósfera funesta, implacable y gélida, como si toda la vegetación del mundo a su alrededor hubiera muerto también aquel día.

La caída de su mártir

Pero el arte sirve también para estas cosas. Skeleton Tree podría ser, en cierto modo, un intento de redención del propio Cave por haber fallado. Por frases como: “I hear you been looking out for something to love / Sit down beside me and I’ll name it for you / Come over here and sit down and say a short prayer / A prayer to the air, the air that we breathe”, de ‘Anthrocene’, o por el mantra “Nothing is for free” de ‘Skeleton Tree‘, el tema final, da la sensación de que planea sobre el álbum y, por tanto, sobre el corazón y el alma de Cave, la tortuosa idea de que el hijo ha pagado por los pecados del padre. Como el mártir inocente al que canta en ‘Jesus Alone’, tema inaugural, ese que solo es “a distant memory in the mind of your creator”; el mismo que le salvó –en ‘Magneto’– del caos voraz y ególatra, de ser una tormenta eléctrica en el suelo del baño; quizá pagándolo con su propia vida. En cualquier caso, sea un intento de redención o solo un profundo lamento, el álbum muestra la versión más derrotada del australiano, que parece haber caído en una luminosa y anestésica paz interna por pura impotencia. Un cese de hostilidades, por causa mayor, en su propia guerra civil interna. “Nothing really matters when the one you love is gone”, confiesa abatido en ‘I Need You’.

En el recorrido del disco la atmósfera no será nunca tan densa como en ‘Jesus Alone’, una llamada gutural que trata de romper las barreras del mas allá en plena parálisis. Y aunque la quietud inmaterial, casi celestial, no se rompa prácticamente en ningún momento, sí que hay una tibia evolución hacia la aceptación que se refleja en lo musical: desde la vaporosa ‘Rings of Saturn’, a cielo abierto, hasta los últimos versos del álbum, donde repite “And it’s alright now” mientras se funde en negro. Pero antes, en ‘Girl in Ambar’, ha sucumbido a la necesidad de llorar y de sangrar para reaccionar, dibujando un fondo triste y yermo arrasado por una nevada de dolor que ya nunca se derretirá. Una sensación de intensa pérdida que llega al tuétano en ‘Magneto’, huérfana de todo, incluso de melodía, cuando remarca con agudos de piano la frase: “Saw you in heart and the stars are splashed across the ceiling”. La aceptación, como vía más que como meta, llegará solo tras revestir su dolor de resignación, de esa impotencia por no haber estado ahí, materializada en una ‘Anthrocene’ cuyas texturas parecen una infausta mortaja.

De la impotencia a la aceptación

Solo en el último tramo del disco, gracias al peso humanizador del teclado, de un mínimo de percusión, de una tímida guitarra y de otros instrumentos más visibles en el disco como el piano y los vientos, Cave parece derramar las últimas lágrimas antes de levantarse de nuevo. Nos llama a llorar con él en ‘I Need You’, un desgarrador grito de dolor sincero, básico y directo –“I need you / (…) I’ll miss you when you’re gone away forever / (…) Just breathe, just breathe / I need you”–, pero luego se despide cantando una esperanzadora nana en ‘Distant Skies’ –a dúo con la soprano danesa Else Torp–, mostrando una calma embriagadora que convierte el tema en una joya de belleza incalculable; y el álbum en su método para digerir la tragedia. Un tema capaz de parar el tiempo y un disco capaz de ayudarnos a aceptar la muerte. Nada menos. La quietud, delicada y escalofriante, se transforma en paz; porque la batalla, cualquier batalla, carece ya de sentido. Queda claro, en ‘Skeleton Tree’, que lo único a lo que puede aferrarse es al recuerdo, “in the window, a candle”: una luz siempre encendida que guíe a partir de entonces al pobre Cave, que con su hijo ha perdido también a su mártir. Y no hay redención.

Foto de Tabatha Fireman/Getty Images