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Review

Los discos destacados de junio

De la irrupción de Snail Mail y Let's Eat Grandma al regreso del mejor Father John Misty, aquí va una selección de los mejores discos publicados en junio de 2018.

Con la humilde intención de no dejarnos nada relevante en el tintero, repasamos algunos de los lanzamientos discográficos más destacados del pasado mes de junio. Una selección que va desde el regreso de la mejor versión de Father John Misty hasta la experimentación electrónica de Oneohtrix Point Never y desde los cambios de rumbo de Natalie Prass y Lykke Li a la psicodelia de Rufus T. Firefly, pasando por la excelencia del jazz absorbente de Kamasi Washington y las fórmulas maestras de las jovencísimas Let’s Eat Grandma y Snail Mail.

Oneohtix Point Never: Age Of

Inspirado por el recién catalogado Antropoceno, una nueva era geológica que arranca a partir de la Revolución Industrial y que se caracteriza por el impacto de las actividades del hombre sobre el medioambiente, Daniel Lopatin ha construido el sonido de su noveno disco aglomerando elementos musicales que van desde el barroco a la electrónica cinemática, pasando por acabados de pop experimental. Un trabajo en el que han participado músicos de la talla de James Blake, ANOHNI o Prurient, y con el que Oneohtrix Point Never vuelve a reinventar sus propias coordenadas.  


Natalie Prass: The Future and the Past

Teniendo a Matthew E. White como coproductor de confianza, no sorprende demasiado la evolución de Natalie Prass hacia terrenos donde el glamur se impone en el dibujo general. Ésta también puede entenderse como un traslado desde la sombra de Feist a las de Erikah Badu o Beady Belle en los mejores casos, o a la de unas Haim algo tímidas y empijecidas en los peores. No es que haya ganado en elegancia, más bien ha cambiado su forma de serlo; y lo bueno es que habiendo publicado tan solo dos discos, tengamos dos modelos tan diversos (bueno, no tantísmo) de apreciar esa clase innata de Prass 


Rufus T. Firefly: Loto

Sin abandonar el acento clarísimo a Tame Impala y Pond registrado en su anterior trabajo, los madrileños Rufus T. Firefly han dado un paso más allá en la solidificación de su sonido psicodélico. No usamos este símil de manera arbitraria: su propuesta en Magnolia destacó por su fluidez y su estado líquido, denso, pero líquido. Loto, sin embargo, presenta una fórmula musical continuista (no en vano, es una suerte de segunda parte) con la particularidad de resultar más musculado, más firme. Sus canciones se muestras como construcciones que se elevan ante nuestra vista y oído; y esperamos que sigan elevándose cada vez más.


Father John Misty: God’s Favorite Customer

Aunque cuesta horrores diferenciar al Father John Misty excelente del simplemente sobresaliente, está claro que en God’s Favorite Customer nos hallamos ante un Father John Misty de los del primer tipo. Inspirado por su propia angustia y aislamiento, Josh Tillman ha vuelto a encarar su obra como un ejercicio de introspección y búsqueda interna, dando a luz diez canciones redondas y soberbias que se unen y destacan por su perfecta afinación melódica. Cada línea y cada curva –tanto de la voz como del piano protagonista– son aciertos melódicos, brillantes caminos serpenteantes que nos permiten procesar todo tipo de emociones. Y todo eso sin perder su particular estilo lírico.


Snail Mail: Lush

Lindsey Jordan ha publicado su primer disco (con Matador, nada menos) una semana antes de cumplir los 19 años, culminando así el proceso paralelo de crecimiento y madurez artística inaugurado a los 17 con su EP Habit, y durante el cual ha girado por Norteamérica con Girlpool, Beach Fossils o Waxahatchee, en una esfera estilística muy cercana. Pero más allá de su extraordinaria precocidad, el proyecto Snail Mail (sumando a Alex Bass y a Ray Brown al bajo y batería) destaca por acertar en la diana de ese sonido indie tan puro y liberador que, por suerte, sigue renovándose año a año, década a década, gracias a apariciones salvadoras como esta. ¿La nueva heroína del indie-rock? Desde luego, bien podría entrar en una especie de Liga de la Justicia del Indie con Courtney Barnett, Mitski, Car Seat Headrest, las ya mencionadas Waxahatchee y Girlpool, o Frankie Cosmos.


Lykke Li: so sad so sexy

Si la concepción actual del pop pasa obligatoriamente por tener en cuenta la música urbana, Lykke Li habrá acertado de pleno con su volantazo estilístico. Después de tres discos con lo que acotó su fórmula personal dentro de los márgenes del indie-rock y el dreampop épico, la artista sueca se ha sumergido en ritmos, texturas, actitudes vocales y hábitats instrumentales más propios del universo trap – música urbana – r&b contemporáneo que del espacio musical en el que se había movido hasta ahora. Cierto es que lo hace con mucha clase, con su habitual delicadeza brillante y clara, y apoyándose en colaboradores como Ilsey Juber (en la composición), Malay (en la producción), Rostam Batmanglij (de Vampire Weekend) o Aminé. Pero con semejante transformación es posible que alguno de sus fans se quede por el camino; y no nos extrañaría.  


Kamasi Washington: Heaven & Earth

Algunos expertos aseguran que estamos asistiendo al despegue y auge de la figura más impactante del jazz desde la aparición de los Charlie Parker, Miles Davis o John Coltrane. Instalado en la prestigiosa y arriesgada firma Young Turks –tras haberse dado a conocer publicando The Epic en Brainfeeder, el sello de su amigo Flying Lotus–, Kamasi Washington se ha hecho experto en abrazar incontables estilo, subgéneros, movimientos y elementos dispares desde su saxo, absorbiendo sonoridades y ritmos de manera absolutamente voraz. Con su última obra, además, dos horas y 24 minutos de jazz contemporáneo volando en plena libertad, ha llevado a cabo una búsqueda de su propio yo entre la dualidad de lo terrenal y lo espiritual. Tiene 37 años y ya ha hecho el amor con varios de los artistas más importantes de su generación (Kendrick Lamar, Flying Lotus, Thundercat, Florence + The Machine, Run The Jewels, St. Vincent, Ibeyi, John Legend, etc.); ¿dónde estará su límite?


Florence + The Machine: High As Hope

Simplificando mucho algo que es muy complejo, podría decirse que el abandono de la bebida por parte de Florence Welch ha provocado una ligera reducción de la actitud épica de la artista inglesa en su cuarto disco, dirigiendo su mirada más hacia lo terrenal y lo real. No significa que haya dejado de elevar hasta el cielo sus excelencias vocales o que la construcción instrumental haya perdido gloria (ojo, sobre todo, a los arreglos de viento de Kamasi Washington o al piano de Sampha en ‘Grace’) pero, de algún modo, su voz suena más cercana y menos voladora que en anteriores entregas. Con todo, para bien y para mal, sigue sonando a la misma Florence + The Machine de siempre.


Let’s Eat Grandma: I’m All Ears

Una de las sorpresas de la temporada, candidato a top-10 de discos del año. I’m All Ears, segunda referencia de las jovencísimas Let’s Eat Grandma, reúne parámetros de varios géneros, como del pop artístico y experimental, del R&B contemporáneo, del avant-garde electrónico o de ciertas reminiscencias del trip-hop, para darles totalmente la vuelta y combinarlos de nuevo desde cero. Con el desparpajo y la frescura de la primera Lorde, la claridad artística de CocoRosie y la producción de David Wrench (Sampha, The xx, FKA Twigs, Shura, etc.), Rosa Walton y Jenny Hollingworth han conformado un lenguaje musical mágico, esperanzador y seductor, y lo han hilado de manera soberbia.