Indiemaster
Review
Los mejores discos internacionales de 2019
Gracias a los votos de todo el equipo que hace posible Indiemaster, presentamos la lista de los 35 mejores discos publicados durante el año 2019.
2019 llega a su fin. Un año excelente para la música que nos ha dejado algunos de los mejores álbumes de toda la década. Un año en el que al menos media docena de discos merecen el número 1. Un año lleno de propuestas variadas compartiendo espacio. Desde propuestas rockeras o de indie ya clásico hasta las nuevas tendencias de la electrónica y de la música urbana, todas las formas musicales han gozado de hitos durante estos últimos doce meses. Y con la intención de no olvidar ni obviar nada, aquí va una humilde clasificación de los mejores álbumes de 2019 a nivel internacional en función de los votos de todxs aquellxs que hacemos posible Indiemaster.
35. PURPLE MOUNTAINS: Purple Mountains
Un primer álbum tan enorme no surge de la nada. Echemos la vista atrás. Purple Mountains es el nuevo proyecto de David Berman, diez años después de su última publicación con Silver Jews, banda fundada en 1989 por él mismo junto a Stephen Malkmus y Bob Nastanovich de Pavement. Y si a este dato le suman que Jeremy Earl y Jarvis Taveniere, de la banda Woods, forman parte de este nuevo quinteto, entenderán por qué suena así y así de bien. Purple Mountains es un relato bien trenzado de folk y americana cocinados a fuego lento, con espacio para que cada sabor y cada olor aporten lo suyo al conjunto. Posiblemente, el álbum de folk de la temporada; y una de las sorpresas (y retornos) más alentadoras para aquellos que ven en el rock un género enterrado. [ACTUALIZACIÓN] Desgraciadamente, David Berman ha fallecido el 7 de agosto de 2019 a los 52 años.
34. JAMILA WOODS: LEGACY! LEGACY!
Quien piense que el hip-hop ha cambiado irremisiblemente, que la estética trap lo invade todo, se equivoca: el legado sigue importando. Jamila Woods, la joven poetisa y cantante de Chicago que ya encandiló a público y crítica con su álbum de debut en 2016, ha vuelto para demostrarlo. Elegante, soulera y reivindicativa, su segunda entrega es un homenaje en clave R&B/hip-hop a una serie de personajes trascendentales en la historia de la conciencia de clase negra. Sobre unas bases riquísimas y siempre intrépidas (‘GIOVANNI’ y ‘MUDDY’ son dos buenos ejemplos), Woods eleva un discurso extraordinariamente lúcido, potente y casi pugilístico, repartiendo verdades, ironías y profundas reflexiones sociales. El feminismo negro tiene una nueva heroína. Si pueden imaginar la mezcla perfecta entre Nina Simone, Lauryn Hill y Erykah Badu, esa es Jamila Woods.
33. FOALS: Everything Not Saved Will Be Lost – Part 1
Sin aportar nada especialmente nuevo a su fórmula desde hace años –salvo el coqueteo electrónico de ‘In Degrees’, y ni tanto–, Foals siguen facturando discos notables como si fuera fácil. Han encontrado la combinación de teclas y resortes necesarios para resultar reconocibles y estimulantes, y a ellos se aferran para seguir sonando vivos y creíbles. Algo estancados en cuanto a ideas frescas, lo compensan sobremanera mediante temas directos, infalibles sobre los escenarios, que reúnen las varias facetas estilísticas simultáneas típicas de la banda. El acento math rock de ‘White Onions’, la progresión en crecimiento de ‘Syrups’, el medio tiempo elegante de ‘Exits’ o la épica rockera marca de la casa de ‘On the Luna’. Sería injusto decir que funcionan con el piloto automático pero, en este caso, es más bien un piropo.
32. SOLANGE: When I Get Home
Está claro que Solange no es de las que abren vías de escalada para quienes vengan detrás. Su particular versión del pop y el R&B no busca crear escuela ni patrones de consumo masivo. Y eso es precisamente lo que nos gusta de ella. La deconstrucción es total (o casi, Tirzah va aún más lejos): fragmentación casi de mixtape, canciones cortas, ausencia de singles, más reiterativo que melódico; un boceto con vida, un ensayo teórico inacabado. Con una producción deliciosa, colaboraciones de excepción, guiños a lo urbano y acento jazzy por todas partes, When I Get Home es una muy digna continuación de A Seat at the Table, la gran obra maestra de la tejana. La suya, desde luego, es su propia vía: ni mirará hacia abajo ni nadie la seguirá.
31. BETTER OBLIVION COMMUNITY CENTER: Better Oblivion Community Center
Phoebe Bridgers y Conor Oberst han unido sus fuerzas y, sin previo aviso mediático, han lanzado un fantástico álbum conjunto de folk que, desde el minuto uno, se ha convertido en imprescindible de este recién inaugurado año. Mayoritariamente acústico y muy fresco, el debut de Better Oblivion Community Center nos invita a detener el reloj, a sentarnos al sol (mejor si es de invierno) y a dejarnos llevar por la armonía de la naturaleza (aunque sea urbana). La simbiosis entre los dos autores es total, más allá de los muchos temas cantados a dúo, porque el alma compositiva del disco remite por igual al universo sonoro del líder de Bright Eyes como al de la joven autora californiana, que viene de otra notoria colaboración con Julien Baker y Lucy Dacus en el supergrupo boygenius. El contraataque del folk ya tiene a su nueva heroína.
30. BIG THIEF: Two Hands
Ninguna banda de la familia del rock ha editado últimamente tanto material tan bueno en tan poco tiempo como Big Thief. Los cuatro álbumes que han publicado en apenas tres años y medio constituyen el catálogo musical más sólido del lustro, convirtiendo a la formación neoyorquina en el claro referente actual del género indie-rock. Two Hands es el “mellizo terrenal” de U.F.O.F., su inmediato predecesor, el “celestial”. Y, frente a la burbuja en la que nos sumergía éste, su sonido, efectivamente, es más expansivo y soleado. En una relación platónica, más vivo y real. Puede que con el tiempo ambos trabajos se acaben solapando: son dos mitades destinadas a complementarse. Ahora bien, este álbum será recordado por contener ‘Not’, posiblemente la mejor canción compuesta por Adrianne Lenker y compañía hasta la fecha, y uno de los temas del año. Vibrante y fibrosa, rasgada y corajinosa, expresa la lucidez y el retorcimiento de la compleja pero fascinante personalidad musical de Big Thief.
29. THE COMET IS COMING: Trust in the Lifeforces of the Deep Mystery
Con Kamasi Washington, BADBADNOTGOOD, KOKOROKO y, en particular en Inglaterra, con Sons of Kemet y The Comet is Coming, el jazz parece haber encontrado definitivamente la vía de entrada al universo indie-hipster. La apuesta de estos últimos, plasmada en dos álbumes publicados en 2019, plantea además interesantes contactos con el kraut, con la electrónica y con ciertas dinámicas urbanas, postulándose como una de las propuestas más sincréticas del nuevo panorama. Una suerte de nu-jazz con toques de psicodelia motorik (‘Summon the Fire’), de dubstep cavernoso (‘Birth of Creation’), de acid-jazz de toda la vida (‘Timewave Zero’) o de trip-hop oscuro con tendencia al rap, en esa joya maravillosa que es ‘Blood of the Past’, en colaboración con la rapera-escritora Kate Tempest: sin duda, uno de los temas fascinantes del año.
28. SLOWTHAI: Nothing Great About Britain
Me gusta pensar en los raperos como en líderes mesiánicos de imperios callejeros: jefes de barrio, conocedores y pregoneros de la realidad urbana; pero destinados a caer presa de las nuevas generaciones. Es el paradigma Avon Barksdale–Marlo Stanfield (The Wire). La calle permuta rápido y el lenguaje, la estética y la actitud caducan en un abrir y cerrar de micro. slowthai, en cambio, parece permeable al tiempo: habría arrasado en cualquier barrio y ante cualquier generación de rapers previos y veremos si posterior. Porque el espíritu del rap que nunca muere, curiosamente, es el espíritu punki, y Tyron Kaymone Frampton lo lleva de fábrica. Su álbum de debut, contextualizado en una de las etapas más oscuras de la Inglaterra contemporánea, ya es un hito imprescindible de la historia musical británica.
27. FOALS: Everything Not Saved Will Be Lost – Part 2
Si Everything Not Saved Will Be Lost Part 1 podía mostrar síntomas de estancamiento o, peor aún, de falta de ideas frescas y energía natural por parte de sus autores, esta segunda parte niega por completo la mayor. La terna de arranque es una avalancha de rock moderno, con el sello inconfundible de unos Foals en el punto álgido de su mejor estado de forma. ‘The Runner’, uno de los mejores temas firmados por los de Oxford, tiene épica y segrega poder; ‘Wash Off’, la inspiración matemática, finísima pero en tsunami; y ‘Black Bull’ directamente es pura dinamita estallando. En apenas 40 minutos, los ingleses completan el círculo de un trabajo redondo al cerrar con dos temas más del tipo etéreos-emocionales: ‘Into the Surf’ y la gigantesca ‘Neptune’. Más material de artillería pesada para uno de los directos más imbatibles del mercado musical.
26. HAND HABITS: Placeholder
Meg Duffy –persona de género no binario– ha formado parte de la banda de Kevin Morby y, entre otros, ha participado en el último disco de The War on Drugs, concretamente en el solo de ‘Holding On’. Pero ya es pasado. Su proyecto personal, Hand Habits, ha eclosionado definitivamente en este su segundo capítulo, placeholder: un remanso de paz indie-folky lo-fi, sedante, delicado, a medio camino entre Low, Aldous Harding y Cigarettes After Sex, donde destacan piezas como ‘pacify’, ‘yr heart [reprise]’, ‘what’s the use’ o ‘what lovers do’. Un ejercicio lírico de exculpación con el que nos demuestra que, a veces, se puede estar a medio camino de dos putos y hacer el amor con ambos.
25. THE GROWLERS: Natural Affair
Tras haber publicado City Club con Cult Records (casa discográfica de Julian Casablancas de The Strokes), The Growlers se han aventurado a transformar su festival, Beach Goth, en su propio sello. Esta breve contextualización sirve también de metáfora sobre su sonido: tras haber empapado de post-punk revival su inicial propuesta garagera, en Natural Affair la banda de Brooks Nielsen ha elaborado su propia música más que nunca, con verdadera personalidad. Las pizcas de rollo surfero vuelven con un filtro distinto, fresco, donde lo vintage barniza y abrillanta cada melodía. Canciones como ‘Social Man’, ‘Try Hard Fool’ o la final ‘Die and Live Forever’ ensanchan los horizontes de una banda que siempre ha apostado por la independencia, pero que, hasta ahora, no había roto del todo el cascarón. Tiene pinta que a esta gente la madurez le va a sentar bien.
24. YAK: Pursuit of Momentary Happiness
Ojo: este disco lo empezó a gestar el inglés Oliver Henry Burslem en Melbourne con ayuda de Kevin Parker (Tame Impala) y Jay Taylor (Pond), salió mal, Burslem perdió en ello hasta su casa, pero el disco acabó editándose más adelante gracias a la ayuda de Jason Pierce (Spiritualized) y del sello de Jack White (Third Man Records). ¿Hacen falta más avales? El resultado de esa historia y del período en que Burslem prácticamente vivió entre el estudio de grabación y su coche es Pursuit Of Momentary Happiness: un enérgico alegato de rock, con acento garagero, psicodélico, stoner y post-punk, en contra de la codicia y en favor de la búsqueda de instantes de felicidad momentánea. ‘Blinded by the Lies’, ‘Bellyache’, ‘Pay Off vs. the Struggle’ y ‘Laying It on the Line’, imprescindibles.
23. DAVE: Psychodrama
Con permiso de Kate Tempest, Jamila Woods, Tyler, the Creator o su compatriota slowthai, Dave ha firmado con su debut el mejor álbum de rap de la temporada. Ganador del Mercury Prize, Psychodrama ahonda, a modo de psicoterapia, en los problemas que atormentan a su autor: partiendo del abandono de su padre o el encarcelamiento de sus hermanos (uno de ellos sigue preso), y extrapolándolos a su contexto social, todavía inundado de prejuicios, como negro. La voz de Dave, seria, compuesta y siempre centrada, pisa fuerte sobre bases mayoritariamente clasicistas construidas desde un piano que él mismo toca. Si ‘Environment’ no es el mejor ejemplo, sí es el más delicado; pero también el final de la inaugural ‘Psycho’, la medio grime ‘Screwface Capital’, ‘Black’, su extraordinario tema central, o ‘Leslie (feat. Ruelle)’, esa monumental canción de 11 minutos sobre una base orquestal.
22. DAMIEN JURADO: In the shape of a storm
Sin hacer mucho ruido, sin que haya un momento o disco clave que mencionar, Damien Jurado se ha convertido en uno de los músicos imprescindibles de nuestra generación. En activo desde hace más de dos décadas, el de Seattle ha explorado todas las facetas imaginables del prisma folk de autor, con más o menos acompañamiento instrumental, mayor o menor vocación experimental, pero manteniendo siempre un sello personal inconfundible. En In the shape of a storm, su decimocuarta entrega, Jurado vuelve a su versión más cruda y acústica, vestido solo con su guitarra y su voz; y así nos vuelve a iluminar. Porque como trovador, como contador de historias, pocos músicos resultan tan creíbles como él, tan prolífico y natural. Cortes como ‘Lincoln’, ‘South’ o ‘Where You Want Me to Be’ dan fe.
21. ALESSANDRO CORTINI: VOLUME MASSIMO
Conocido como miembro formal de NIN en directo, el italiano Alessandro Cortini se ha destacado este año con VOLUME MASSIMO como una de las grandes figuras de la electrónica ambient. Su sonido parece seguir la línea que exploró Mogwai en Atomic, con melodías ácidas pero esperanzadoras que abren un horizonte vivo en un universo deshumanizado construido a base de sintes, teclados, moduladores y otras muchas capas superpuestas. El resultado es un viaje de crucero luminoso por territorios lóbregos; magnético, que sobre todo en sus primeros cinco cortes, desde ‘AMORE AMARO’ a ‘BATTICUORE’, fluye suave y perfectamente engrasado. Tras una larga carrera en la que también ha colaborado con The Mayfield Four, Everclear, Puscifer, Marnie, Ladytron y How to Destroy Angels, Alessandro Cortini ha ganado crédito de sobra como para que empecemos a explicarle por sí mismo.
20. BIG THIEF: U.F.O.F.
Tres de tres para Big Thief: tres discos, tres pasos firmes. La banda liderada por Adrianne Lenker podría ser la gran esperanza del indie-rock si la situación del género fuera dramática (que no lo es), postulándose con un estilo propio reconocible, tan cerca de su raíz en los 90 como de las nuevas generaciones. Tras soltar dos álbumes sobresalientes en 2016 y 2017, U.F.O.F. es la guinda de un inicio de carrera casi perfecto. Redondo en su estética lenta y envolvente, explora la faceta más introspectiva e íntima de la paleta de sonidos del cuarteto, combinando delicadeza en sus formas superficiales con una crudeza en ocasiones profunda que alcanza el tuétano. ‘Contact’, ‘U.F.O.F.’, ‘Cattails’, ‘Betsy’ o ‘Jenni’, son solo algunas de las muchas piezas adictivas e interdependientes.
19. MANDO DIAO: BANG
BANG, el mejor álbum de Mando Diao en sus casi 20 años de trayectoria, “está inspirado por todas las cosas que son feroces y explosivas”. Y así es exactamente como suena: voraz, directo y abrasivo. Vibrante y con sabor a stoner rock, representa a la vez la versión más desmelenada y atrevida de los suecos y también la más eficaz y certera. Un acierto tras otro, los diez temas que componen BANG son fibra pura: desde la inaugural ‘One Last Fire’, pasando por la carismática ‘Long Long Way’ o la encarada ‘Don’t Tell Me’, hasta temas incombustibles como ‘Bang Your Head’ o ‘My Woman’, conforman uno de los mejores discos de rock –como tal, de los que podrían haber funcionado tanto ahora como hace 10, 20 o 30 años– del año.
18. TOOL: Fear Inoculum
Esperado casi como un nuevo advenimiento mesiánico, el primer disco de Tool tras 13 años de silencio contiene todo lo necesario para que el culto al dogma musical de la banda siga vigente. Renovada a base de siete titánicas canciones, su fórmula post-metal progresiva se mantiene intacta: con sus ritmos laberínticos, sus guitarras envolventes, sus elaboradas estructuras y su halo discursivo desafiante y trascendental. Un Maynard más mundano que nunca nos alerta sobre nuestra propia autoextinción (enlazando con Eat The Elephant de A Perfect Circle) en la brillante y redonda ‘Descending’, y vuelca toda su ira en la gigantesca ‘7empest’. Pero en general es el entramado instrumental, libre y desbocado –en las segundas partes de los temas– en el orden geométrico en espiral que siempre plantean, el que lleva el peso y provoca la mayor parte de los escalofríos, clímax y hasta pequeñas epifanías épicas que se producen en un oyente veterano. ¿Disco del año? Quien firma estas líneas no puede prometer objetividad en este caso…
17. BALTHAZAR: Fever
La marcha de Patricia Vanneste y los proyectos en solitario de Maarten Devoldere (Warhaus) y Jinte Deprez (J. Bernardt) no han acabado con Balthazar, pero sí la han transformado. En su cuarta entrega, la banda belga ha reducido el peso específico de las guitarras apostando por una producción más sintética, rítmica y liviana, igualmente elegante, como siempre, pero clara y pretendidamente contenida. Así, no encontramos temas que sobresalgan demasiado ni melodías inolvidables ni estribillos de éxito de verano; pero todo va en favor del conjunto. De canciones con carisma (‘Wrong Faces’, ‘Phone Number’, ‘Grapefruit’) y seguras de sí mismas (‘Entertainment’, ‘Roller Coster’) que cuentan con el espacio necesario para expandirse en toda su personalidad. Porque en Fever, por fin, la tendencia arty de Balthazar no es solo un acento aplicado sobre canciones simplemente efectivas, sino la misma base conceptual de éstas.
16. KAREN O & DANGER MOUSE: Lux Prima
De alguien con la actitud punki(glam) que ha demostrado Karen O como vocalista al frente de Yeah Yeah Yeahs, no esperábamos un trabajo tan depurado, fino y elegante, tan extraordinariamente bien producido ni tan teatral –tan hollywoodiense, para entendernos– como el que ha perpetrado con el inagotable Danger Mouse (ganador de seis Grammys, creador de The Grey Album, miembro de Gnarls Barkley y Broken Bells, y productor de Gorillaz, The Black Keys, Red Hot Chili Peppers, The Good, the Bad & the Queen, etc.). A través de pasajes sinuosos, casi triphoperos (‘Ministry’, ‘Drown’), riscos feministas (‘Woman’, ‘Redeemer’) y territorios pasionales (‘Leopard’s Tongue’), Lux Prima podría transformar cualquier sueño que tengas en un anuncio de perfume caro.
15. ANGEL OLSEN: All Mirrors
Más que una consagración, All Mirrors ha multiplicado exponencialmente el nivel mostrado por Angel Olsen en todas sus anteriores entregas. Se preveía un salto grande, pero este ha sido estratosférico. El álbum es a la vez un extraordinario ejercicio de sinceridad consigo misma y un tratado ya imprescindible de pop barroco. Los arreglos de cuerdas y la envoltura de sintes no hacen sino elevar aún más la voz atemporal y camaleónica (podría ser Billie Holliday en ‘Endgame’, St. Vincent en ‘Too Easy’ y ‘What It Is’, Sharon van Etten en ‘New Love Cassette’) de Olsen. En su trabajo más completo, lujoso y orquestal hasta la fecha, la cantautora norteamericana nos deja joyas incalculables como la fibrosa ‘Lark’, la corrosiva ‘All Mirrors’, la soleada y carismática ‘Spring’, la trotona ‘Summer’ o ‘Chance’, esa balada final que había sido nº1 en 1956, 1973, 1990 o 2006. Se ha hecho eterna.
14. LIZZO: Cuz I Love You
Con ocho candidaturas a los Grammy pendientes de fallo, Lizzo representa uno de los tsunamis musicales de esta temporada. Solo hace falta darle al play a ‘Cuz I Love You’, canción inaugural y homónima de su tercer álbum en solitario para, entender el alcance de su ola de soul. Y si se quedara ahí, vale; pero avanza el álbum y la de Detroit nos destella con pelotazos de R&B popero-urbano (‘Like a Girl’), imparables hits ochenteros (‘Juice’), baladas sentidas de soul (‘Jerome’), retazos setenteros de rock sureño, donde su voz hace literalmente lo que le da la gana (‘Crybabe’), y piezas de rap entre oldschool y experimental con ayuda de Missy Elliott (‘Tempo’) y Gucci Mane (‘Exacly How I Feel’). Un despliegue sin igual en poco más de media hora de álbum, solo al alcance de artistas que, como ella, se desfondan en cada verso.
13. NILÜFER YANYA: Miss Universe
Nilüfer Yanya define musicalmente nuestra era. ¡Y es una era fascinante! En ella las fronteras estilísticas han dejado de tener sentido y los genios afloran desde cualquier rincón de internet. Decir que esta veinteañera londinense hace malabares en su debut con el indie-poprock, el soul y las influencias poperas y jazzísticas, sería quedarse muy corto. Su talento es música universal, clarividente en ‘Paralysed’, desbordante en ‘In Your Head’ o ‘Angels’, sutil, sinuoso y elegante en ‘Paradise’, extravagante y synthpopero en ‘Heat Rises’, bailable en ‘Baby Blu’ y casi completamente desnudo en ‘Monsters Under the Bed’. De ascendencia turca, irlandesa y sajona, y con formación como pianista y guitarrista, Nilüfer Yanya es, sin duda, una de las mejores noticias de 2019.
12. WEYES BLOOD: Titanic Rising
Partiendo de su voz de soprano y de su inmensa capacidad melódica, Natalie Mering ha dado vida a su propio mundo musical con su cuarto disco: un ecosistema natural en el que coexisten ricos océanos, grandes praderas soleadas y costas cálidas y acogedoras. O, lo que es lo mismo en términos musicales: conviven y se mezclan dilatadas atmósferas dreamy (‘Titanic Rising’ + ‘Movies’, ‘Wild Time’, ‘Picture Me Better’) con aromas de folky-americana (‘Andromeda’, ‘Something To Believe’) y momentos de brillantez pop basados en melodías e instrumentaciones refinadas (‘A Lot’s Gonna Change’, ‘Everyday’). No como planteamientos aislados, sino mimetizando sus capas características en un mismo tema. Entre el dream-folk y el pop de cámara –¡esa steel guitar más cuerdas sonido siglo XVII de ‘Something To Believe’!–, Titanic Rising es un cuidado, solemne y elevado monumento al amor y la perdición. Una obra majestuosa, ¡un discazo con mayúsculas!
11. BRITTANY HOWARD: Jaime
No sorprende el nivel mostrado por Brittany Howard en su primer trabajo en solitario al margen de Alabama Shakes, sorprende la extraordinaria variedad de intereses musicales cultivados en él por la compositora, vocalista y guitarrista de Athens. Un disco explicativo de su vida, de quién es, vertebrado desde el recuerdo de su hermana Jaime, que murió de cáncer a los 13 años, y responsable de las primeras lecciones musicales de la ahora estrella. Aquí Howard expone blues, rock sureño, soul-rock, algo de R&B y, sobre todo, un grueso prisma de personalidad propia, solo posible teniendo las raíces bien firmes. Solo esperamos que Alabama Shakes no se quede en un barbecho perpetuo…
10. NICOLA CRUZ: Siku
La confirmación de Nicola Cruz como embajador universal de la electrónica de raíz andina se produce, paradójicamente, con un álbum que apuesta claramente por el sincretismo. En Siku, tras un inicio enclavado en los Andes (de ‘Arka’ a ‘Hacia Delante’) y lleno de aportaciones orgánicas y vocales, el franco-ecuatoriano recorre paisajes cariocas (‘Criançada’), indios, africanos y orientales (‘Siete’, ‘Obsidiana’, ‘Esu Enia’) buscando y encontrando siempre sus puntos en común con los universos rítmicos latinos y panandinos. En su investigación por lo ancestral, Cruz se ha erigido como la punta de lanza más visible y creciente de una suerte de neotribalismo, desarrollando una de las funcionalidades más alucinantes de la electrónica: la capacidad que tiene para mezclarse con formas de música de cualquier lugar y de cualquier momento. Su nombre, su misión y sus raíces, están claramente en alza. ¡Inviertan aquí sus bitcoins!
9. LANA DEL REY: Norman Fucking Rockwell
El mejor trabajo de Lana del Rey hasta la fecha. Un disco rico, complejo, profundo y, sobre todo, grandioso: influenciado por la mejor Cat Power y producido y co-escrito por Jack Antonoff (Lorde, St. Vincent, Taylor Swift, etc.). Más de una hora de música que exige repetición en bucle, que nos coloca en una esfera de realidad aumentada, vívida y abrumadora. Que nos eleva. A base de incontables aciertos melódicos, instrumentaciones cuidadísimas y un tono siempre majestuoso para un cancionero lleno de joyas, Lana del Rey ha derribado la última barrera del éxito que le quedaba: la rendición total de la crítica y el público indie. El “Best New Music” de Pitchfork, nada menos que con un 9,4 de nota, así lo atestigua. El crecer de ‘Mariners Apartment Complex’, el largo serpenteo de ‘Venice Bitch’, la sugerente y sofisticada ‘Doin’ Time’, la desnudez de ‘Love Song’ y las dos piezas finales, la magia de ‘Cinnamon Girl’, la emoción y el carisma desbordados en ‘California’: una carta ganadora tras otra. Un carrusel de triunfos. Un álbum capaz de dejarte sin respiración.
8. BON IVER: i,i
Poca gente pone en duda la impecable trayectoria de Justin Vernon como Bon Iver. Al margen de otros proyectos, su alter ego más popular es responsable de algunos de los mejores momentos musicales de lo que llevamos de siglo. Con este, cuatro discos incontestables propios de un artista visionario que abre camino. Lo que sí se subrayó en su última entrega, 22, A Million, fue una mayor inclinación hacia terrenos electrónicos, altamente articulados y digitales (sobredosis de vocoder, decían), algo casi completamente subsanado en este nuevo álbum. i,i, sin ser del todo orgánico, vuelve a darnos esa versión de Vernos artesanal y directa, con melodías prístinas, catárticas e inolvidables como las de ‘We’, ‘Holyfields,’, ‘Hey, Ma’ o ‘Faith’, uno de esos temas pasan de extremadamente delicados a agarrarte por la solapa para ensancharte el alma. Y cuando Vernon se pone así, no hay quien se resista…
7. KATE TEMPEST: The Book of Traps and Lessons
No se extrañen si Kate Tempest se lleva este año (a la tercera) el Mercury Music Prize por este su sexto álbum. La clarividencia y monumentalidad de su mensaje, un llamamiento a la empatía humana en estos tiempos extraños, ha derribado toda frontera estilística y la que existe entre el rap y el spoken word, despojando a sus bases de toda rudeza y reduciéndolas a atmósferas pálidas (pero muy cuidadas) de fondo, salvo ciertas excepciones con sabor a hip-hop. Así, su voz, su mensaje y su interpretación adquieren pleno protagonismo en su propuesta, y arrasa con todo, dentro y fuera del oyente. Gane o no el prestigioso premio citado, es posible considerar ya a Tempest como una de las voces imprescindibles de nuestra generación; y este como su manifiesto.
6. SHARON VAN ETTEN: Remind Me Tomorrow
El momento de plenitud vital que está experimentado Sharon van Etten se ha traducido en la que es, con toda seguridad, su mejor obra hasta la fecha. Rebosante de un sentimiento de lograda reconciliación consigo misma –especialmente apreciable en ‘Seventeen’, ‘Comeback Kid’ o ‘I Told You Everything’– y de una visión del amor sana y limpia –hacia su pareja (‘Malibú’) pero también hacia su hijo (‘Stay’)–, Remind Me Tomorrow es el espejo en el que todos querríamos vernos reflejados: uno que solo nos devuelve paz interna y orgullo. Y es tan sólida la personalidad mostrada por la artista, que si siquiera es relevante la casi total ausencia de guitarras, sustituidas por un revestimiento electrónico guiado por John Congleton, el puente de unión con el sonido grandioso de St. Vincent en varios temas. También los hay cavernosos y carnales (‘Memorial Day’, ‘Jupiter 4’, ‘Hands’), completando un abanico estético muy superior a cualquier entrega anterior. La obra total.
5. APPARAT: LP5
Los ocho años que ha tardado Sascha Ring en volver a coger las riendas de Apparat, han sido los años de apogeo de Moderat; y dado su peso a nivel ambiental, melódico y por supuesto vocal en el trío, no hemos echado especialmente de menos su proyecto más personal. Hasta que ha presentado LP5. Ahora lo que no echamos de menos es el motor rítmico siempre encendido que proporcionaban Modeselektor a Moderat. Sin ellos en la ecuación, recuperamos las atmósferas dilatadas, los mantos cálidos de sintes ondeando libres y la espacialidad en el sentido más mágico. Claro que hay cortes que podrían ser de Moderat –‘DAWAN’, ‘HEROIST’, ‘CARONTE’–, pero es su faceta más ambiental la que convierte este disco en un glorioso regreso.
4. BILLIE EILISH: When We All Fall Asleep, Where Do We Go?
¿Recuerdan el gol de vaselina de Messi al Albacete el día que debutó en Liga a una edad insultantemente corta? Pues When We All Fall Asleep, Where Do We Go? es su correspondiente en música. Todas las alarmas y radares han estallado ante el advenimiento de la nueva reina del pop, que puede adoptar formas más urbanas, tétricas y subterráneas (‘bad guy’, ‘you should see me in a crown’, ‘bury a friend’), de blancas baladas clásicas (‘when the party’s over’ y las tres últimas) o de inspiración negra soulera (‘xanny’, ‘wish you were gay’) sintética o incluso minimalista. Traduciendo a toda una nueva generación de adolescentes post-millennials, Billie Eilish derriba cualquier frontera estilística y, además, ha logrado que el pop alternativo y el mainstream estén más cerca que nunca.
3. FKA TWIGS: Magdalene
Hablar de la co-producción de Nicolas Jaar en este disco no es querer quitarle un solo gramo de mérito a Tahliah Debrett Barnett, sino la necesidad de resaltar la unión de dos de las mentes musicales jóvenes más interesantes de nuestra era. Y eso que la pléyade de artistas participantes es larga e impresionante. Magdalene, segundo largo de FKA twigs, es una maravilla que parece de origen extraterrestre pero que, a su vez, resulta extraordinariamente humana y justo en el epicentro de todas las corrientes musicales actualmente trascendentes. Dicho con otras palabras: escuchen ‘fallen alien’ y traten de catalogarla. O con otras: ¿han escuchado algo tan urban y arty a la vez como ‘holy terrain’? En total son nueve joyas engarzadas sobre una producción ajustada, que siempre realza las fascinantes aptitudes melódico-vocales de Barnett. El último gran disco del año, quizá el más indicado para cerrar una década, pero también para establecer los horizontes de la siguiente.
2. NICK CAVE & THE BAD SEEDS: Ghosteen
Nick Cave ha redefinido para siempre el concepto de las fases del duelo. Las ha reducido a dos: la fase Skeleton Tree, de dolor, de vacío desesperado, de culpa y de pérdida; y la fase Ghosteen, donde se explica la reconciliación del hombre con la vida. No significa que el luto haya acabado, sino que el proceso de sanación sigue adelante. A uno de los mayores genios musicales de nuestro tiempo el destino le ha jugado la peor de las experiencias vitales posibles, quizá por ser de los pocos seres humanos capaces de traducir un discurso universal sobre ello para las generaciones futuras. Continuación estética lógica de sus dos anteriores trabajos, Ghosteen presenta a un Nick Cave envuelto casi exclusivamente en pianos, arreglos de cuerda y sutiles trazos electrónicos, donde su voz melódica y profundamente interpretativa brilla como un faro en las tinieblas. Es la fina guía que conduce de lo más lóbrego a la luz al final del túnel.
1. THOM YORKE: ANIMA
Thom Yorke se nos ha ido. Pero no hay drama: su nuevo lugar en la música sigue siendo fascinante, categórico y hegemónico. Entregado totalmente al lenguaje electrónico, el líder de Radiohead ha dado un paso más en la búsqueda –en solitario pero también con Atoms For Peace– de ambientaciones etéreas, donde lo orgánico convive al servicio de lo sintético. Sin renunciar del todo a las guitarras o al piano, Yorke lleva tiempo sin hacer pie en el rock; o, al menos, sin depender de él para nadar explorando, para expresarse y para saciar sus inquietudes. Con todo, pese a que su clásica emotividad nos llega prístina a través de su voz, es posible que estemos antes el trabajo más experimental o menos reconocible de Thom Yorke en toda su carrera (sin contar BSOs). Un disco raro pero valiente. Otra maravilla firmada por uno de los grandes genios musicales de nuestra era.